viernes, abril 2

la vida de fondeo, aula oceánica del velero Tin Tin


LA VIDA DE FONDEO

Para la mayoría de los cruceristas, llegar a un fondeo, supone el objetivo de la mayoría de sus singladuras. A partir de aquí se desenvuelve la vida a bordo marcada por otros estímulos que no son exclusivamente la navegación. Arribar a un lugar protegido del viento y de la mar de fondo, con un buen tenedero de arena, con amplia distancia a sotavento respecto a los arrecifes, donde haya pocos barcos y donde a su vez se posibilite un tranquilo y seguro desembarque, es el sueño de todo crucerista.




Normalmente no se estructura un periodo de tiempo determinado en un lugar concreto, simplemente se disfruta del sitio hasta que un día, al levantarse, se mira para el cielo y se exclama: ¡nos vamos!... y lógicamente suele ser para otro fondeo. Este proceder indica que los cruceristas dependemos, la mayoría del tiempo, de un equipo de fondeo que está en buenas condiciones y una técnica adecuada para que ese equipo cumpla plenamente con su misión, que no es otra que sujetar firmemente la embarcación y evitar que se desplace bajo cualquier condición meteorológica.





Una vez que se ha determinado que el fondeo reúne todas las garantías de éxito, el cuerpo y la mente se relaja. La embarcación adopta una aptitud pasiva quedando a merced del viento y las corrientes que lograrán imprimir un componente de giro a la misma, pero que apenas lograrán desplazarla escasos metros.

La vida a bordo retoma la normalidad y con el uso de los prismáticos se explora por primera vez las características del nuevo lugar. Un vistazo a la información escrita (derroteros) que se porte sobre el área, nos indicará cuales son los puntos de mayor interés para el navegante, y entre ellos hay uno que destaca: la posibilidad de abastecerse de productos frescos para la alimentación. Una vez solucionado éste particular, cada tripulación hace gala de sus prioridades, que pasan desde irse a tomar una cerveza con otras tripulaciones, a buscar el sitio mas confortable para realizar una inmersión submarina. De una u otra forma, la vida de fondeo posibilita las excursiones por tierra, la exploración de un lugar desconocido, la interacción con el paisaje y el paisanaje, el relax, la lectura, la buena alimentación y sueños relajados.

No obstante, se presentan momentos donde las condiciones meteorológicas cambian radicalmente y el fondeo se convierte en una lucha por la supervivencia. Los periodos de mal tiempo son habituales entre trópicos como consecuencia del paso de una onda tropical, el acercamiento de una zona de convergencia o la formación de núcleos tormentosos. Ante esas condiciones, normalmente se optimiza la disposición del aparejo de fondeo largando mas cadena con el fin de disponer de mayor catenaria y que ésta absorba los bruscos movimientos de la embarcación como consecuencia de las fuertes ráfagas de viento o una inesperada mar de fondo. La vida a bordo se convierte en una vigilancia constante de los parámetros meteorológicos que de forma puntual se reciben por los distintos sistemas con los que cuenta la embarcación.

Por la noche la cuestión se complica y la necesidad de dormir se combina con la puesta en servicio de diferentes tipos de alarma que alertarían de un posible garreo o cambio drástico en la dirección del viento. Una costa cercana a sotavento se convierte muchas veces en una obsesión y se determinan procedimientos de urgencia preveyendo que el aparejo de fondeo no aguante lo suficiente y termine por garrear.

Bajo estas condiciones hay muchas noches en vela, atentos al mínimo ruido y a cualquier señal que pudiera delatar una situación de alarma. Las condiciones meteorológicas, a veces, son tremendamente violentas y todos los condicionantes concretos que existen en cada fondeo exigen determinación y pericia con el fin de salir indemne de tales circunstancias.


En fin, que la vida de fondeo no es siempre un placido lugar protegido por los dioses del Olimpo ni transcurre constantemente rodeada de quietud, tranquilidad y sosiego. A los imprevistos meteorológicos hay que sumarle la preocupación que supone muchas veces el resto de embarcaciones que están próximas. Fondeos demasiado cercanos que pudieran ocasionar abordajes en el caso de roladas súbitas del viento, arriadas de anclas demasiado cercanas a la localización del propio aparejo, técnicas de fondeo no muy adecuadas que pudieran tener como resultado garreos con trayectorias a colisión, música demasiado alta, niños excesivamente escandalosos, pases con el dingy demasiado cerca y tremendamente ruidosos...


Hay que reconocer que estas circunstancias nada satisfactorias, no solo se dan de verano en las calas de Ibiza, también se pueden dar en cualquier lugar del mundo donde se combinan las embarcaciones transmundistas con las locales. Afortunadamente, siempre hay mayores posibilidades de cambiar de lugar y no es raro poder encontrar algún punto solitario o con pocas visitas, si se está dispuesto a asumir una serie de incomodidades naturales como pueden ser menor protección del viento o entrada de mar de fondo.

Lejos de los lugares próximos a grandes poblaciones o a puntos que dispongan de servicios tales como abastecimiento alimentario, movida nocturna, restaurantes o servicio de Internet, se puede disfrutar de auténticos paraísos donde la autonomía, en todos los sentidos, se hace imprescindible. Para ello la tripulación tiene que estar dispuesta a “exponerse” al aislamiento y deberá saber aprovechar y disfrutar de todas las posibilidades que ofrece el medio para sentirse relajado en consonancia con la naturaleza, libre... feliz a final de cuentas...





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