miércoles, julio 3

Un día de pesca en el mar Cantábrico


NUESTRO MÁS PROFUNDO AGRADECIMIENTO

 


Nuestra estancia en España ha sido extraordinariamente satisfactoria. En esta ocasión la permanencia en Asturias ha sido de algo más de ocho meses y en el transcurso de los cuales hemos podido recuperar el contacto con el paisaje y sobre todo la relación con nuestro paisanaje. Aunque debemos reconocer que el principal motivo de tan larga estadía fue la salida al mercado de las publicaciones MECIDA POR LAS OLAS de Isabel y DESDE LA MAR de Guillermo cuya iniciativa ha sido un rotundo éxito al cual habéis contribuido muchos de vosotros. Nos vamos (salimos para Malasia el día 15 del presente mes de Julio desde Madrid) sabiendo que dejamos en nuestro país muchísimos amigos más que cuando llegamos, sedientos de nuevas singladuras y acompañándonos virtualmente. Muchas, muchísimas gracias a todos, a los familiares, amigos, conocidos y seguidores que nos habéis transmitido vuestro cariño, tutelada nuestra estancia y llenado la vida de un entrañable y emotivo reencuentro.


51.- PESCA DE PROFUNDIDAD EN EL MAR CANTÁBRICO

Para acabar el periplo terrestre y antes de embarcarnos de nuevo en el Tin Tin, hemos tenido el gran placer de aceptar la invitación que nos ha realizado nuestro entrañable amigo José María para salir una vez más a navegar y pescar por la mar que baña la costa de este paraíso natural: Asturias. Todo se planificó una semana antes ya que las previsiones meteorológicas anticipaban un periodo de buen tiempo para los próximos días.

 
Como convinimos, a las 06.00 horas nos citábamos en Avilés, concretamente en los pantalanes donde estaba atracada la embarcación. Puntuales a la cita, nos encontramos los nueve amigos que íbamos a protagonizar una jornada de pesca profunda que prometía interesantes lances. De nuevo nos encontrábamos a flote y era muy emocionante la idea de salir a alta mar y sentir en nuestros rostros el agua fresca y densa del Cantábrico y dejarnos mecer por su perenne mar de fondo.

 
Puntualmente la embarcación zarpó y todos nos fuimos acomodando tranquilamente a bordo conocedores de que la travesía hasta el área que habíamos elegido para pescar duraría varias horas. El barco es una motora grande y potente, clásica, muy amplia, cómoda, con gran desplazamiento y equipada con todo lo necesario para facilitar unas estupendas jornadas de pesca.

 
Al no ser aún temporada para salir a pescar el bonito con el arte del curricán (especialidad ésta que se basa en ir arrastrando por la popa varios señuelos artificiales a una velocidad comprendida entre los cinco y siete nudos) establecimos dedicarnos en esta ocasión a la pesca de profundidad con anzuelo y cebo natural. Los motores rugían con fuerza y una amplia estela nos separaba cada vez más de la costa.

 
La mar estaba bella, apenas una ligera mar de fondo del NW producía ligeros movimientos de balance. El tiempo atmosférico se presentaba en calma con nubosidad estratificada acumulándose hacia el horizonte en una masa de nubes compacta. Los partes meteorológicos indicaban para el día vientos comprendidos entre los 5 y 15 nudos, pero todos pensábamos (más bien deseábamos) que la calma se mantuviese durante toda la jornada. Al contrario que para las embarcaciones de vela donde el viento es el principal propulsor, las embarcaciones de motor desarrollan todo su potencial en días calmados y con ausencia de olas.

 
José María, nuestro amigo desde hace muchos años, es el armador (dueño de la embarcación) un entusiasta de la mar y un aficionado a la pesca que atesora una amplísima experiencia en el Cantábrico. No pierde ninguna oportunidad de hacerse a la mar cuanto ésta presenta su cara más amable disfrutando de cada momento intensamente.

 
En esta ocasión también participaban Eva y Andrés, una joven pareja amantes de la mar y aficionados a la pesca con quienes compartimos los vericuetos físicos y técnicos de este tipo de actividad.

 
Permanentemente alerta y al gobierno de la embarcación, Raul ejerce de patrón. Un experimentado lobo de mar que disfruta ahora de navegaciones mucho más relajadas después de haber pasado una vida entera como profesional de la pesca.

 
José Ramón, es otro ex-pescador profesional que conoce todos los trucos de la pesca y nos deleitó con su buen hacer manejando los aparejos como nadie y asesorándonos en todo lo relativo a este tipo de lances en profundidad.

 
Angel y Alfonso otros tripulantes habituales, simpáticos, experimentados en la pesca de altura y con conversaciones muy interesantes donde sus vivencias y multitud de anécdotas amenizaron la jornada.


El piloto automático mantuvo y controló el rumbo durante la travesía. El área de pesca elegido se situaba a unas 26 millas donde calaríamos los aparejos en algo menos de 200 brazas (sobre los 350 metros). Un calado importante que iba a requerir por nuestra parte precisión en el arriado de los aparejos, exactitud en los lances y mucha paciencia a la hora de halar (izar, recuperar el conjunto de la línea que sirve para calar el aparejo de pesca).

 
La mar estimula el conjunto de las mentes proveyéndolas de ilusión y expectativas, pero también motiva (en cuerpos marinizados...) un apetito intenso. Durante la travesía dimos buena cuenta de ricas viandas, las cuales fueron mermando drásticamente en el transcurso de la jornada.

 
Cuando llegamos al área de pesca elegida, la embarcación aminoró significativamente la marcha y el patrón empezó a navegar pausadamente dando frecuentes giros con el fin de reconocer la zona con la eco-sonda la cual se muestra en la siguiente imagen.

 
Esta instrumentación es muy moderna y precisa e independientemente de indicar de forma permanente la profundidad existente bajo la embarcación (en este caso las sondas nos las daba en brazas: una braza es equivalente a 1,85 metros), también señala la calidad del fondo (en el caso que nos ocupa, ese color granate oscuro muestra la existencia de roca en el fondo). En la imagen que sigue podéis observar que en ese preciso momento navegábamos sobre fondos tortuosos situados entre las 150 y las 200 brazas (277 a 370 metros)

 
Otra función, no menos importante, es que las eco-sondas de cierta calidad, también son capaces de indicar o detectar si entre la superficie y el fondo de la mar se mueve pescado. En la imagen podéis ver, que sobre el fondo situado a poco menos de 200 brazas, se detecta un jaspeado de color amarillo verdoso, lo cual señala la existencia de peces. Para llegar a interpretar la imagen en el sentido de presuponer que tipo de especie o especies son las que pululan por ese área, suponemos que es cuestión de mucha experiencia y cierto grado de intuición.



Respecto al cebo que portábamos para encarnar los anzuelos era parrocha y pedazos de caballa, los cuales mantuvimos en todo momento bien refrigerados y salados. Según los expertos de a bordo, este tipo de cebo es el más adecuado para tentar el hambre o instinto depredador de los peces que viven y se desenvuelven en cotas importantes de la plataforma continental asturiana.


En la siguiente imagen podéis observar la forma correcta de colocar el cebo en el anzuelo. Pretendíamos pescar peces de cierto porte y por lo tanto el tamaño y apariencia del cebo debía ser grande, natural y apetitoso.

 
Los aparejos con los que pretendíamos realizar las capturas, constaban de una gran cantidad de cabo trenzado (como el que se ve en la imagen) y a éste estaba unido el aparejo de pesca propiamente dicho, compuesto por un hilo monofilado de nailon que contenía cinco anzuelos separados entre ellos una braza. Cada anzuelo estaba empatado a un metro de nailon y se solidarizaba a la línea madre a través de un quitavueltas.



Los encargados de hacer descender el conjunto del aparejo de pesca hasta el fondo, eran importantes bloques de plomo, de los cuales se colocarían uno, dos o más dependiendo de la corriente existente en cada momento.


 


 
Una vez elegido el lugar de pesca, determinamos calar los aparejos alternativamente, o sea, en grupos de tres líneas como máximo con el fin de prevenir “empachos” (líos) que pusieran en peligro los propios aparejos... y la estabilidad psicológica de los pescadores. En la imagen Guillermo arriando (haciendo descender) el primer sector del aparejo que contiene los cinco anzuelos.


Al trabajar el aparejo en tanta profundidad, nos obligó a proteger los dedos índices con el fin de evitar el importante rozamiento al que se iban a estar sometidos.

 
Pasados treinta minutos aproximadamente después de haber calado los aparejos, llegaba el momento de halar. Un arduo y pesado trabajo que llevaría una media de 15 minutos. En la fotografía, Isabel recuperando el cabo previo al aparejo que contiene los anzuelos.



Nuestra primera intención era pescar los clásicos peces de profundidad que hay frente a la costa asturiana como pueden ser besugo, palometa roja, barbada, merluza, bacaladilla... y fueron precisamente estas dos últimas especies las que empezaron a hacer acto de presencia en los primeros lances. Más tarde realizaríamos capturas de barbadas y cabrachos.

 
La merluza tiene la característica que cuando es elevada hasta la superficie desde tanta profundidad, la vejiga natatoria se dilata hasta extremos increíbles llegándole a salir por la boca.

 
Las piezas buenas fueron escasas, pero éstas nos llenaron de alegría y satisfacción ya que el esfuerzo y la técnica que requería este tipo de pesca era considerable.

 
Junto con alguna merluza de buen porte, unas barbadas hermosas y varias bacaladillas, capturamos de vez en cuando estas “cabras” que pusieron unas notas de color intenso al conjunto de las capturas.

 
Al final, el resultado de la pesca fue bastante menos de lo que esperábamos, pero pasamos una jornada de auténtico lujo, acompañados por una meteorología benévola, rodeados de mar y en compañía de entrañables amigos y compañeros.

 
Una vez comenzamos el retorno hacia tierra, fuimos tirando por la borda el cebo que nos sobró pudiendo sacar fotografías como esta donde las gaviotas, fieles seguidoras durante toda la jornada, competían por obtener un bocado fácil y apetitoso.



Al acercarnos a tierra, el Cabo Peñas impuso su presencia de manera espectacular iluminado por la luz de un sol tímido y cercano al ocaso que por fin se atrevía a inundar todo el horizonte de los contrastes habituales en la costa asturiana.

 

 
Cerca del puerto base de la embarcación, el faro de Avilés nos indicaba la entrada correcta y con ella el final de un día de pesca espectacular donde tuvimos la oportunidad, después de muchos años, de volver a interactuar con nuestro mar, ese maravilloso Mar Cantábrico desde el cual, tiempo atrás, soñamos con la aventura que ahora estamos materializando: dar la vuelta al mundo a vela.

 
Solo nos queda agradecer muy sinceramente a José María, la oportunidad que nos ha dado para volver a sentirnos rodeados de nuestro mar y en compañía de nuestra gente. Desde aquí también enviamos un cariñoso abrazo al resto de la tripulación por su amabilidad, simpatía y compañerismo. Muchas gracias a todos.

Todas la vivencias y experiencias vividas a bordo del Tin Tin durante estos últimos siete años, han quedado reflejadas en dos publicaciones escritas en la mar y para la mar. Podéis navegar por ellas o adquirirlas a través del blog específico: http://librosvelerotintin.blogspot.com.es/
 

3 comentarios:

  1. Bonito reportaje (como siempre). Buen viaje a Malasia y mejores singladuras.

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    1. Muchas gracias Paco. Recibe un fuerte abrazo. Isabel&Guillermo

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  2. Gracias Isabel y Guillermo , soy un navegante en familia de mi querido litoral gallego , y lo que resalto de vuestras maravillosas singladuras, que con tanta pasión seguimos , es la humildad con la que narras el viaje , la hace mas interesante y didáctica su lectura .
    Vuestros libros son imprescindibles como cabecera de camarote en nuestro barco , mis hijos están descubriendo, que con inquietudes, existe otra forma de vida .
    Saludos de : Jose , Chus , Pedro , Sara y Carolina

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